Habíamos planeado viajar por Boyacá para el pasado puente del 11 de noviembre. Y, aunque el plan original incluía visitar Monguí, la laguna de Tota, Iza, Tibasosa y el viñedo de Punta Larga, a la final, nos tocó recortar algunas paradas, porque el clima y el tiempo no colaboraron.
Lo primero, antes de salir de Bogotá, fue reservar hoteles. Pero, empezamos a hacer reservas el día anterior al viaje; por lo que la estadía la segunda noche en los alrededores del viñedo, fue imposible, porque todo estaba ocupado.
Lo que sí era claro, era que haríamos el trayecto más largo el primer día, buscando un hotel cerca de Monguí para la noche del sábado y el día siguiente, lo pasaríamos en los alrededores de Duitama, Iza o Tibasosa; para regresar a Bogotá el lunes festivo después de desayunar.
Monguí
La herramienta que usamos en este caso para buscar hoteles, fue Google Maps. Que muestra los hoteles disponibles en la ruta, con el precio de cada uno (muy similar a Trivago).
Se puede ir mirando por el camino y según el presupuesto, elegir el que más convenga.
Al darle clic, se pueden ver fotos subidas por los usuarios y casi siempre, hay un teléfono o el enlace a su sitio web, para llamar y reservar.
Fue así como dimos a mitad de camino entre Nobsa y Monguí, con el Hostal Villa San Juan.
Reconozco que inicialmente no estaba muy seguro de haber hecho una buena elección, pues las fotos en Google y en su sitio web, no eran del todo convincentes. Pero, a veces, la incomodidad, el desorden o la suciedad, hacen “parte del paseo”.
Pero no fue el caso de lo que encontramos en el hostal Villa San Juan: limpio, ordenado, y lo mejor: tranquilo, acogedor, bonito y con una vista espectacular! Juzguen por las fotos.
La señora Aura Saavedra, administradora y propietaria del hostal Villa San Juan, se toma muy en serio la palabra hospitalidad.
Nos acompañó toda la tarde, nos preparó onces, al día siguiente el desayuno y para completar, nos trajo sombreros para salir a dar una “caminata ecológica” por la montaña.
¿Paso a seguir después de llegar al hostal?
– Dejar maletas y seguir a Monguí a conocer y a almorzar.
Después de almorzar en La Casona, empezó a llover durante más de 2 horas. Menos mal que llevábamos sombrilla, pues fue así como pudimos bajar a conocer el puente Calicanto, y llevar recuerdos típicos: un balón, una ruana y comprar unas génovas para picar en la noche.
Me sorprendió la belleza de Monguí, que aunque mucho más pequeño que Villa de Leyva, es considerado por muchos, el pueblo más bonito de Boyacá, y con razón.
De regreso del Calicanto, con los pies mojados, disfrutamos de un delicioso Canelazo en: La Gloria Café Vintage. ¡Recomendado!
¿Qué queda pendiente para una próxima oportunidad que pretendamos viajar por Boyacá?
- Contratar un guía local para conocer el páramo de Ocetá.
Tibasosa
Saliendo de Villa San Juan, visitamos Tópaga y después de atravesar todo Sogamoso (a lo ancho), llegamos a almorzar a Iza.
Y en la tarde, nuevamente se desató una lluvia torrencial.
Por lo que, descartamos la ida a Tota, y también por falta de tiempo, tuvimos que aplazar la ida a Punta Larga, para otra oportunidad.
Así que llegamos antes de lo planeado a Tibasosa, a otro hotel reservado desde el viernes y que, sin mucho escoger, resultó mejor de lo esperado: La Quinta de Santa Ana.
Curiosamente, y a pesar de las diferencias, tenía exactamente el mismo precio por noche, que el de nuestra parada anterior.
A diferencia del hostal Villa San Juan, la Quinta de Santa Ana no tiene vista, pues queda en la ciudad; pero, sus instalaciones, comodidad y atención estuvieron a la altura de lo que esperábamos.
Después de un rico desayuno, caminamos hasta la plaza principal del pueblo y de vuelta en el hotel, a alistar maletas y de regreso para Bogotá.
Viajar por Boyacá es una experiencia inolvidable.
En una próxima edición, les estaré contando sobre los lugares que no pudimos visitar en esta oportunidad.
Por Héctor Gil
Lea también sobre mi experiencia en: Ráquira – Boyacá